REAL MADRID 86-MACCABI 75

El Madrid se desquita y tendrá ventaja de campo en cuartos

Los blancos vencieron al campeón de Europa y se jugarán la primera plaza del grupo el próximo jueves en el Palau. Partidazo de Reyes, de Ayón y de Carroll.

Madrid
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Justo 35 años después (ni un día más ni un día menos) de que el Madrid ganara la final de la Copa de Europa de 1980 al Maccabi, los blancos sumaron otro triunfo valiosísimo ante su gran rival europeo. Una especie de desquite, sin llegar a revancha, tras la final perdida hace diez meses en Milán, una victoria que vale la ventaja de cancha en el playoff de cuartos y que coloca el gran clásico continental en balance de 30-22 (7-3 con Laso). Éxito blanco que beneficia de rebote al Barça, porque los azulgrana también atan el factor pista. Cómo mínimo, segundos. El liderato se lo jugarán en duelo directo el jueves en el Palau. Un primer puesto que tiene premio: esquivar al Fenerbahçe, al CSKA y al Olympiacos en el cruce.

Para recibir al campeón, el Madrid tiró de concentración extrema. Ambiente de partido grande, con lleno hasta la bandera y… con banderas. Una por cada aficionado, cortesía del club. Porque es eso, la bandera, lo que separa un partido top, como diría aquel, de los de a semana. Para empezar, actividad y mente despierta. Dos contra uno a Big Sofo cada vez que recibía al poste. Pero ese salto de la ayuda llegaba a tiempo, al inicio del bote, lo que atascaba al gigante y le cortaba su movimiento y le hacía pasar lento y mal. Despuntaba Rudy e impresionaban Ayón y Reyes. También en ataque. Magnífico el juego entre pívots, movilidad del balón para buscarle la espalda a la mole y a la defensa amarilla. Ora asistía el mexicano al español, ora era al revés.

Llull dirigía bien, muy bien (añado: 9 asistencias), Carroll se generaba sus espacios con cambios de ritmo continuos. Esos que forzaron la tercera falta de Schortsanitis en la reanudación. La cuarta se la sacó Reyes con una defensa de martillo pilón. Con la que ya desquiciaba hace más de diez años a otra torre hercúlea, a Kambala, aunque entonces este vestía de blanco. Fue un inicio de pizarra, de billar a tres bandas. Tan perfecto, tan bonito, tan bien trabajado, que no podía ser eterno. No lo fue. Se acabó en el segundo cuarto.

La impresión era que con Schortsanitis al Maccabi le iba peor. La impresión, decimos, porque los números aseguran lo contrario. Porque fue con él cuando su equipo se reenganchó al duelo. Con él firmó un parcial de 4-16 que le hizo sentirse otra vez campeón de Europa (del 27-13 al 31-29). Cerró los ojos y escuchó hablar italiano, era Milán, se creyó en la final de nuevo. En mayo pasado remontó once puntos; ahora había recortado 12, pero no culminó. El Real cedía rebotes bajo su aro y permitía acciones de dos más uno. En pleno temporal de recuerdos, Maciulis (es nuevo, mente limpia) sacó el desatascador: dos triples vitales. Ayón regresaba a la pista. Esta vez hubo brecha entre titulares (Carroll lo fue) y suplentes, con Sergio Rodríguez, Rivers, Nocioni y Bourousis entre regular y mal.

Llegaba el tercer cuarto, y tras la cruz de Atenas y Murcia, volvió a salir cara. Grande la defensa madridista con Sofo fuera por las faltas y grande Carroll. Nueve puntos de los 18 del escolta llegaron entonces, de golpe (57-44). La renta ya no bajó de los diez. La grada gritó desquite, no era la final, pero alivió. El triunfo vale un potosí.