Cristiano y Messi cambian su juego

Cristiano y Messi son los dos mejores jugadores del mundo en esta época. Casi podemos decir que lo son semana tras semana. Tenemos la suerte de disfrutarlos aquí, enfrentados además desde dos clubes formidables, que mantienen un duelo universal. En paralelo a ese duelo, en el que se dirimen ligas, copas, champions, supercopas y mundiales de clubes, está ese segundo duelo entre los dos fenómenos, que los aficionados siguen con la misma pasión. Ellos se disputan pichichis, balones de oro, botas de oro. Y, como Madrid y Barça, se afanan en una lucha sin fin, temporada tras temporada.

Eso les agota, claro. Nunca antes se habían jugado tantos partidos, y menos con la obligación de ganarlos todos y, en el caso de ambos, de marcar en todos ellos al menos un gol. Cristiano llegó casi liquidado al final de la temporada. Por más que cuide al máximo su organismo, la temporada se le hizo larga. En el Mundial se le notó. Lo de Messi el curso pasado fue peor. Empezó irreconocible, paró, hizo una pretemporada en invierno, pero nunca fue él. Por más que le dieran el premio al mejor del Mundial, en decisión muy discutida. Con tres arrancadas suyas Argentina hubiera ganado aquella final.

Los dos cambian su juego. Cristiano ya no arranca desde donde lo hacía, en aquellas cabalgadas brutales, sin piedad de sí mismo ni de los rivales. Recibe más arriba, por todo el frente del ataque, hace esfuerzos más cortos, combina más. Y le resulta. Sigue marcando goles, y con este juego durará más años. Tampoco Messi es aquel puro sprint-slalom hacia el gol. Ahora juega más pausado, buscando el pase a Neymar o a otro, o el gol sin tanto desgaste. Recuerda al Maradona de los últimos años. Un juego también para durar más. Siguen siendo los mejores, aunque su fútbol no tenga las llamaradas de antes.