Madridismo catalán

Fiestón en Cornellà. Los más fríos y pragmáticos dirán que era lo mínimo que podía hacer el Madrid de Ancelotti: ganar y golear al Cornellà. Pero les recuerdo que ante otros equipos de Segunda B como el Alcorcón (4-0) y el Real Unión (3-2) los blancos salieron escaldados, y que ante Alicante (1-1), Écija (1-1), Murcia (0-0) y Xátiva (0-0) no pasaron de un pobre empate. O sea, que hay que poner en valor el mérito de este 1-4 ante un rival que jugó con una sobredosis de entusiasmo que dibujó un decorado perfecto para un partido revalorizado por el escenario. Que vean cerca de 30.000 aficionados un partido de Copa demuestra dos cosas: 1) Cuando juega Isco, al menos hay 7.000 más en la grada sólo para verle, como sucedía con Butragueño en su etapa más esplendorosa (1985 a 1990). La Iscomanía es un fenómeno sociológico imposible de detener. Y 2) El poder magnético del Madrid es imparable. Casi llenan el Power8 Stadium. Sin embargo, el Barça-Espanyol de la Supercopa Catalana sólo congregó en Girona a 5.100 aficionados. La tortilla se ha dado la vuelta por completo y hasta en Cataluña la gente prefiere ver al Madrid. Desde Lisboa esto se veía venir...

Cataluña vikinga. El ambiente de Cornellà recordó la grandeza del fútbol. Todo el madridismo de Cataluña estaba congregado en el estadio del Espanyol, lo que le daba ese aire de pequeño Bernabéu que era habitual en los viejos tiempos cuando los pericos jugaban en Sarriá. Los gritos de “¡Madrid, Madrid!” o el de “Cómo no te voy a querer” nos recordaban que el madridismo resiste aquí todo lo que le echen. Ser catalán y madridista es un orgullo añadido, como reflejan las 108 peñas censadas. Ancelotti, siempre respetuoso con los códigos del fútbol, premió a los fieles catalanes con una alineación con cuajo y tronío. Todos internacionales. Faltaban Cristiano, Ramos, Pepe, Kroos, Modric o Iker, pero el once que salió daría para luchar por la Champions. Sí estaban Isco y James, la alegría de la huerta. La conexión espeto-cafetera funciona como un reloj suizo. Y si a esa línea fantasy le añades en la última media hora las diabluras adolescentes de Marcelo, la party está asegurada. Marcelo se equivocó con el taconazo (un alarde excesivo ante un rival modesto), pero supo pedir perdón y luego dio espectáculo con su golazo, sus controles increíbles y sus volteretas. El brasileño nos recordó que el fútbol es divertimento, no sufrimiento.

Gran Cornellà. El club del pueblo de los Estopa (buena gente) y Jordi Évole puede estar orgulloso de los chavales adiestrados por Jordi Roger. Intensidad, orden atrás y descaro en las llegadas que tuvieron. El golazo de Óscar Muñoz fue el premio a tanto bueno, aunque Varane, en el campo donde se dejó un menisco hace año y medio, reivindicó su afán por regatearle el puesto a Pepe y Ramos con un doblete imperial. Rafael tiene buena cabeza...

La otra Décima... Después de caer ante el Atleti en el derbi liguero, Ancelotti y su equipazo ya suman diez victorias consecutivas (¡récord en la carrera del maestro italiano!). Ese registro tiene entusiasmadas a la Peña Mojina de Alcaracejos (Córdoba) y la Peña Casa Madridista de Casablanca (Marruecos). Este triunfo va en honor del tío Polín, gran capitán del Herencia, el equipo de mi pueblo, en los años 50. Un central de rompe y rasga que amaba el fútbol. Como los 28.973 que poblaron Cornellà. Bendito deporte.