El italiano está siendo víctima del ‘fuego amigo’

Ancelotti ha toreado en plazas de alto copete antes de recalar en Madrid. Supo lo que era sobrevivir en el Milán a los caprichos de Berlusconi (don Silvio siempre ha presumido de haberle sugerido la alineación de la final de la Champions de 2003), en Londres a los gustos personales de Abramovich con su Chelsea, y en París a los fichajes millonarios diseñados por el jeque para construir un proyecto ganador a golpe de talonario en el PSG. Pero lo que está viviendo en Madrid está superando todas sus vivencias anteriores. Carletto ve como un día se presenta el presidente en Valdebebas para abrazarle y regalarle una camiseta por los 100 partidos del italiano en el banquillo del Bernabéu. Una semana después, algunos medios ponen en entredicho sus continuidad añadiendo lo más grave: “En la planta noble del club están muy descontentos con su falta de autoridad y su falta de mano dura...”.

La planta noble del Bernabéu es Florentino, luego es fácil colegir que el presidente ha perdido la confianza en el hombre que ha dado al madridismo la ansiada Décima, el Mundial de Clubes, la Supercopa de Europa y la Copa del Rey. Ancelotti siempre optó por proponer en vez de imponer. Por dialogar en vez de gritar. Razonar en vez de ejecutar. Sucede que la plantilla ha bajado la guardia tras el parón navideño, que la BBC y esa condición de titularísimos ha lastrado el equilibrio táctico del equipo, que la baja de Modric agujereó la sala de máquinas, y que las lesiones de Pepe y Ramos quitaron liderazgo al grupo. Pese a todo, marcha líder y con un pie y medio en cuartos de Champions. Este tipo es un genio...