El mundo ha cambiado. Arantxa está ahora acompañada (lo dice el ¡Hola!) por su entrenador Antonio Hernández, que fue miembro de la escuela de tenis de su hermano Emilio Sánchez Vicario y Sergio Casal. Esta temporada sólo ha ganado dos torneos (y menores), Madrid y Oporto. En Roland Garros y Wimbledon no pasó de la segunda ronda.
La distancia que la separa de las taladoras de árboles es cada vez mayor. Y lo sabe. Pero mantiene una actitud de Bette Davis ofendida que es encomiable. Y maravillosa. Ayer en el estreno de su 15º US Open ganó a la húngara Petra Mandula. Después de perder seis bolas de partido, se encontró con una desventaja de 2-5 en la muerte súbita del tercer set.
Remontó y finiquitó la faena con 6-3, 3-6 y 7-6 (7-5). Son los años; cualquier membrilla planta cara.
Junto a Arantxa se clasificó para segunda ronda Ángeles Montolio (mide 1,57), otra luchadora con pilas Duracell, que se impuso por 6-1, 6-7 (2-7) y 6-1 a la italiana Gloria Pizzichini. Montolio es buena. Este año ha ganado en Bol y Estoril.
El resto de la primera jornada (interrumpida por la lluvia) fue para pocas fiestas. Perdieron Nuria Llagostera y Cristina Torrens-Valero. Igual suerte (mala por cierto) para Jacobo Díaz, que perdió por 4-6, 6-3, 6-4 y 6-3 frente al paraguayo Delgado y Bruguera, que cayó ante el belga Rochus por 3-6, 6-4, 6-3 y 6-4. Imposible explicar qué le pasa a Sergi. Sólo falta llamar al exorcista.