Ensaladera con valor doble

Yo digo Manolo Santana

Ensaladera con valor doble

En el año 2000, España aprobó una asignatura que a mí se me resistió, la de ganar la Ensaladera. Pero se consiguió en casa, en el Palau Sant Jordi, y se repitió en Sevilla en 2004. Ayer, en Mar del Plata, se borró otra tacha, la de levantar el trofeo de la Copa Davis jugando fuera. Yo tuve que viajar en 1965 a Sydney, junto a Joan Gisbert -al que ayer tuve al lado y que no se ha perdido ninguna de las cinco finales españolas, ya sea como jugador o como espectador- y en 1967 a Brisbane.

Eran otros tiempos, enfrente teníamos a Australia, los reyes de la hierba. Ahora, afortunadamente, España ha cambiado mucho. No ha importado que Rafa Nadal, el número uno del mundo, no estuviera presente. Y eso da un realce fabuloso a lo conseguido en Argentina. Tampoco importó que nos pusieran una superficie rapidísima, una treta que se ha demostrado que se les ha vuelto en contra al ser Feliciano López y Fernando Verdasco, los dos especialistas en superficies duras, los elegidos para decantar la final. No nos olvidemos de David Ferrer, de su esfuerzo para derrotar a Roddick en las semifinales de Las Ventas y de su generosidad para aceptar ser sustituido al no encontrarse en forma.

Verdasco supo aguantar un clima hostil y consiguió lo que todos queríamos: no irse a un quinto partido, que hubiera sido infernal, ante un David Nalbandián hipermotivado. Con esta Copa Davis se ha saldado, además, una deuda con Feli y Fernando, porque siempre han estado disponibles para el capitán cuando se les ha llamado. Nunca han dicho que no, aunque la situación fuera comprometida y faltaran tenistas de mejor ranking. Y no quiero olvidarme de Emilio Sánchez Vicario, que ha dicho adiós como un grande, con decisiones excelentes en momentos claves y en situaciones muy difíciles. El valor de esta Ensaladera es doble.