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Tenis | Masters 1.000 de Montecarlo

Once meses no son nada para enterrar a Nadal

Paliza a Verdasco y sexto Masters consecutivo en Montecarlo

Actualizado a
<b>EL REY LLORA. </b>Rafa Nadal, el rey de la tierra batida, llora a solas consigo mismo sobre la arena del Country Club de Montecarlo. Once meses después, vuelve a coronarse.
REUTERS

En 1980, Bjorn Borg, conquistador de 11 Grand Slams, firmó su tercer y último título en Montecarlo, el hogar adoptivo del Vikingo de Oro ¿O era de hielo? Borg parecía indestructible. Le metió 6-2, 6-2 a Lendl en octavos, y, entre semifinales y final (Gerulaitis y Vilas) perdió... cinco juegos.

Pero era Borg. El mismo que, muy poco después, iba a ganar su quinto Roland Garros y su quinto y último Wimbledon: antes de despedirse en 1982, casi misteriosamente. Borg, el rey de hielo que desdeñaba a Carolina y Estefanía, se fue con tres títulos en el Montecarlo Country Club.

Ayer, antes de cumplir 24 años, un chico de Manacor, Rafael Nadal Parera, lloraba su emoción sobre la arena roja del Country Club. Había ganado allí su sexta corona: el doble que Borg. Nadal alzaba el título tras una exhibición memorable que su rival, Fernando Verdasco, recordará mientras viva. Para sellar esta anomalía de seis títulos consecutivos en el Country Club, Nadal sólo concedió... 14 juegos en cinco partidos, tantos como Borg jugó en 1980. Pero Borg perdió 21 juegos. Y, consumada la extraordinaria demostración con el 13-1 a Verdasco, Nadal lloraba, encerrado en su propio mundo de imágenes y emociones. Once meses después de Roma 2009, Nadal ganaba un gran torneo. Y once meses no habían bastado para enterrar a Rafael Nadal.

Gypsy.

La sexta corona en Montecarlo supone el Masters número 16 para Nadal, a uno de la cifra líder de Andre Agassi. En tierra, Nadal es casi imbatible por un número de razones: puede colocarse y amartillar su derecha con tiempo de sobra. Los restos y saques que le agreden en pista dura se difuminan aquí. Marca mejor el revés. Intimida, impone, abruma: por superioridad mental.

Otras claves, quizá puedan hallarse en la letrilla que Shakira le canta en Gypsy, ideas de la poetisa Isha: "Pasé el fin de semana cosiendo las piezas de mi corazón... las cicatrices me recuerdan lo lejos que he ido (...) pero no lloraré: soy demasiado joven para morir". Borg no lloraba. Lleno de vida, Nadal sí lloró. Once meses no habían bastado para enterrarle.