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ROLAND GARROS

Histórico Nadal

La épica lucha con Djokovic se fue a 4h:37 en cinco sets. Jugará mañana domingo contra Ferrer (15:00, T5 y Canal+) por su octavo título en Roland Garros.

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Rafa Nadal celebró a lo grande su triunfo.
Rafa Nadal celebró a lo grande su triunfo.VINCENT KESSLERREUTERS

Fue "una barbaridad". Todo es una barbaridad: por escribirlo con palabras de Rafael Nadal Parera, el asombroso guerrero surgido de Manacor que revela así su doctrina para el combate: "Yo disfruto con este tipo de partidos, porque en este tipo de partidos sé que se sufre yo disfruto con el sufrimiento".

Todo es una admirable barbaridad con este hombre. O también, un milagro: nueve finales ya en 2013. "Ha sido una prueba física increíble y sí que es un milagro después de todo lo que hemos pasado con la rodilla". Eso decía el emocionado tío Toni Nadal, con las lágrimas a flor de piel, rumbo al vestuario de la Philippe Chatrier, donde aguardaba el gran gladiador, la máquina de guerra, el hombre que camina sobre las aguas del Mediterráneo y excava trincheras en la tierra sagrada de la Chatrier donde acaba despeñándose Novak Djokovic, el número uno mundial.

Bañado en sufrimiento, negándose a perder por instinto de supervivencia, Rafael Nadal jugará mañana (15:00, T5 y Canal+) su octava final de Roland Garros contra David Ferrer, contra la historia de este deporte llamado tenis, y contra el palmarés de todos los que han jugado en Roland Garros desde antes de la I Guerra Mundial.

277 minutos. Tras dejar atrás en 2012 los seis títulos de Bjorn Borg y el halo del Vikingo de Oro, Nadal desmantela ahora la frenética ambición de victoria del superclase Djokovic, el monstruo serbio, el mejor jugador del mundo según los rankings: 6-4, 3-6, 6-1, 6-7 y 9-7 fue el tanteo final de un partido como una batalla, extendido durante 277 salvajes minutos. Nadal lo tuvo ganado en el cuarto set y casi perdido con el break inicial de la quinta manga, que lanzó a Djokovic hasta un 4-2 en ese set definitivo.

Este suceso sólo puede entenderse como uno de esos combates de trincheras de la I Gran Guerra del Siglo XX: un ejercicio de resistencia, atrición o penitencia en el que Nadal tiró de concentración, determinación y fuerza vital para derrotar el asalto acorazado de Djokovic: que quería ganar a toda costa este Roland Garros porque es el Grand Slam que le falta, porque quería dedicárselo a su recién fallecida profesora, Jelena Gencic y porque, al batir aquí a Nadal, el demonio serbio incendiaba el Palacio de Invierno de Rafa, al que ya frenó y destronó en Montecarlo, Wimbledon y Nueva York

"Pero yo en mi vida he pensado en revanchas yo sabía que al llegar al quinto set como se llegó, la dinámica era negativa para mí. Pero también era negativa para Djokovic en 2012, en la final de Australia y ganó él. Pensé que podía ganar. Intenté ganarme una oportunidad. La generé por mentalidad, por tenis, por físico y sufrimiento", relata Rafa, que tuvo la final a tiro de dos puntos cuando servía con 6-5 y 30-15 en el cuarto set y que se veía 4-2 abajo en el quinto.

Morisquetas. Pero Nadal, que se dedica a ver quién aguanta más, salió de las cuerdas con defensas imposibles y passings alucinantes, más las morisquetas de un Djokovic al filo del paroxismo: en el 4-3, Novak se colgó de la red y regaló un punto vital; llamó al juez árbitro, Fransson, para que regaran la pista, no le hicieron caso. Y ahí seguía Nadal: un muro ceñudo listo para abrir una fosa a los pies del comediante serbio. A Djokovic le llaman Djoker.

De repente, en el corazón de un quinto set de infierno, con la Chatrier hecha un secarral, batida por los vientos y a 30 grados, el Djoker se encontró con el empate a cuatro, con 4-5, 6-7... y frente a ese gladiador desesperado: era Nadal, que sembraba de adoquines los viajes planos de sus tiros.

Era Nadal, que achicaba la inmensidad de la Chatrier y agrandaba su leyenda. Era Nadal, hecho un ejército de un solo hombre. Y, entre el frenesí, fue Nadal el que se adueño otra vez de la gran pista del Bosque de Bolonia: 9-7 en el quinto set. El Djoker quedó reducido a cenizas. Pero no lo olvidará nunca: formó parte de un relato épico, una leyenda: la leyenda de Rafael Nadal Parera en Roland Garros. Una barbaridad, sí.