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Conchita Martínez

“Ese día yo estuve más nerviosa por la reverencia a Lady Di”

Conchita Martínez se convertía el 2 de julio de 1994 en la única reina española de Wimbledon. La ahora capitana de Copa Federación lo recuerda veinte años después.
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“Ese día yo estuve más nerviosa por la reverencia a Lady Di”

—La próxima semana se cumplen veinte años de su corona en Wimbledon.

—¡Veinte años ya! No sé si es muy bueno recordarlo (risas). Te das cuenta que te vas haciendo un poco mayor.

—Así, sin detenerse a pensar, ¿qué momento le viene primero a la cabeza?

—La reverencia que tuve que hacer a Lady Di. Antes de la final estaba casi más nerviosa por eso que por enfrentarme a Navratilova (risas). Créaselo.

—Me lo creo. Un año antes estuvo a un paso de alcanzar la final, pero perdió con Steffi Graff en semifinales.

—Era la primera vez que llegaba a esa altura en un Grand Slam. En el 94 también caí en ese mismo escalón con Arantxa en Roland Garros. Aquellas derrotas me ayudaron a crecer. Lo importante era que poco a poco iba haciendo grandes resultados.

—Wimbledon 1994 fue como una historia de hadas para usted. ¿Qué recuerda?

—Fue un torneo duro, con partidos delicados. En la primera semana jugué muy bien. La victoria contra Davenport en cuartos me hizo creer todavía más en mis posibilidades y luego las semifinales con Lori McNeil...

—¡Qué semifinales! Ganó 10-8 en el tercer set.

—Ella había eliminado a Steffi (vigente campeona) en primera ronda. Era muy buena en hierba. Fue un partido larguísimo.

—¿El juego de McNeil se parecía al de Navratilova?

—Era una tenista muy agresiva como lo era Martina. Tuve que hacer muchos passings, utilizar los cortados… Fue un buen ensayo de cara a la final.

—Una final ante la leyenda de Navratilova. ¿Cómo lo afrontó emocionalmente?

—Martina se despedía en aquella edición. Las emociones estaban ahí, pero superé bien el ambiente.

—Además, era su ídolo de niña.

—De pequeña, jugaba contra una pared y tenía la idea de que lo hacía ante ella.

—¿Temió en algún momento que el público se aliara con ella?

—No sucedió así. La gente en Wimbledon es muy imparcial, muy correcta. No hubo nada raro. Yo me sentí arropada.

—Tenísticamente, ¿cómo planteó el partido?

—Debía sacar y restar bien para que ella no cogiera con facilidad la iniciativa. Tenía que hacerla correr. Había que mantenerla en el fondo.

—¿El hecho de que fuera zurda le preocupaba más?

—Sí. Los ángulos que abría eran diferentes. Recuerdo que me ayudó mucho haberla ganado en la final de Roma dos meses antes. Me dio confianza.

—Y la volvió a ganar, en tres sets.

—Estuve muy fina. Sufrí en la segunda manga por unos pequeños problemas físicos (fue atendida por la fisioterapeuta), pero fue el partido soñado. Me salió todo. Fue un día de esos.

—Navratilova dijo después que nunca nadie la había pasado como usted.

—(Risas). El revés me funcionó a la perfección.

—¿Qué pensó cuando tiró la raqueta al aire tras el último punto?

—Fue una liberación, la recompensa máxima después de tanto trabajo y sacrificio.

—Y llegó el momento de la reverencia a Lady Di.

—(Risas). Fue muy simpática conmigo. Me acuerdo con mucho cariño de todo los reconocimientos que recibí. El que me esperaba en España fue increíble. Llegaron algunos autobuses de Monzón al aeropuerto de Barcelona y luego tuve un homenaje muy bonito. No sé cuánta gente había en la calle. Te das cuenta que has conseguido algo grande.

—Fue su único título de Grand Slam, aunque luego alcanzó dos finales más (Australia 1998 y Roland Garros 2000). ¿Cómo analiza su carrera?

—Fue muy larga y estable: 18 años. Miro hacia atrás y estoy muy contenta y orgullosa con lo que hice.

—Se quedó con fama de poco sufridora.

—Si en el tenis no trabajas, no llegas a nada. Yo era muy perfeccionista y siempre estaba midiendo. Si no jugaba un gran partido, aunque ganase, me pesaba en el siguiente.

—Tuvo que convivir con el ciclón Arantxa. ¿Cree que se ha sido justa con usted?

—Yo con Arantxa me llevaba muy bien. Nos respetábamos, aunque a veces la prensa buscaba enfrentamientos irreales entre nosotras. ¿Si me sentí valorada? Creo que hubo un poco de todo. Es una situación similar a la que le pasa a Ferrer con Nadal.