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Objetivo indiscreto

Mourinho apareció en el tenis y la diversión llegó a las gradas

El duro personaje que se ha creado el entrenador portugués del Chelsea deja de dar miedo. El cartel: “He vendido mi coche para sentarme junto al Special One”.

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Mourinho apareció en el tenis y la diversión llegó a las gradas

Nada favorece tanto la hilaridad como la solemnidad absoluta. Por tal motivo hay gente, y no es poca, que se ríe en los entierros, o que disimula su risa nerviosa entre lágrimas y jipidos. Buster Keaton lo entendió e hizo carrera como comediante con rictus de sepulturero. Mourinho también empieza a comprenderlo. A su pesar.

El entrenador del Chelsea, látigo de hipócritas, periodistas y seleccionadores españoles con bigote, se dejó ver en las gradas del O2 Arena durante el Masters masculino. Como es natural, su presencia no pasó inadvertida. Lo que resulta digno de mención es que el personaje Mourinho ha dejado de dar miedo e incluso podría pensarse que genera el sentimiento contrario. Hasta Freddy Krueger terminó por ser divertido.

Para muestra, la fotografía. Mientras un joven se retrata con Mou (y le toca el hombro), otro enseña un cartel en el que se puede leer: “Vendí mi coche para sentarme junto al Special One”. La escena entera es una caricatura, potenciada por el gesto de Mourinho, que debe negarse la sonrisa y poner cara de Mourinho, entre el desprecio, el hastío y la náusea; demasiados años cultivando una imagen como para tirarlo todo por la borda.

Ambiente. No es casualidad que el hecho tuviera lugar en una cancha de tenis. Los códigos de silencio y respeto propician, en ciertos aspectos, un ambiente de funeral. En el Masters, además, los tenistas saltan a la pista entre una neblina de sarcófago recién abierto. Añadan la penumbra que envuelve la grada durante los partidos y el luto tendencia de los uniformes tenísticos. Obtendrán el escenario perfecto para el terror y la risa.

En semejantes condiciones, Mourinho fue el detonante de la diversión. Su disfraz ha tomado vida propia y sigue el camino de otros disfraces ilustres. Bela Lugosi, el Drácula más terrible del cine, acabó por hacer películas cómicas con Abbott y Costello. Al final, muy al final, siempre vence la risa.