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WIMBLEDON

Manolo Santana: "Ganar Wimbledon era una obsesión"

"Había ganado Roland Garros y el Abierto de EEUU y conseguir Wimbledon era un reto que me había propuesto", explica el extenista.

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Manolo Santana: "Ganar Wimbledon era una obsesión"
BallesterosEFE

Muchos de los seguidores de Rafael Nadal no habían nacido aún cuando Manolo Santana se convirtió en el primer jugador español en ganar Wimbledon, hace ahora 50 años. El excampeón español vuelve medio siglo después al mítico All England Tennis Club adonde llegaba en metro y luego caminando, y recuerda que alzar ese trofeo, cuya réplica guarda en su casa de Madrid, era toda "una obsesión".

Santana rememora en una entrevista concedida a EFE cómo preparó aquella edición, faltando a la cita de Roland Garros, cómo alquiló un apartamento y jugó torneos pequeños para aclimatarse a la hierba, una superficie donde se entrenaba con los maestros australianos.

También considera que la carrera de Rafael Nadal no está acabada y que "ganará uno o dos Grand Slams", y ve al serbio Novak Djokovic y al británico Andy Murray como los grandes favoritos de este año para la final masculina, y a la estadounidense Serena Wimbledon y a la española Garbiñe Muguruza como las protagonistas de la femenina.

Ha pasado ya mucho tiempo de aquella victoria en la final de Wimbledon, ¿qué recuerdos le trae?

Parece que fue ayer, y han pasado 50 años. Jugar una final tan importante como Wimbledon trae unos recuerdos difíciles de transmitir, pero evidentemente la realidad es que ha pasado ese tiempo, y yo no dejo de ir a Wimbledon ningún año.

¿Cómo preparó aquella final?, ¿fue muy duro renunciar a disputar Roland Garros?

Yo solía alquilar un apartamento después de jugar Roland Garros, eso es lo que hacía habitualmente. Pero aquel año me fui con 30 días de anticipación a Wimbledon a jugar torneos pequeños sobre hierba. En 1995 y 1996 no acudí a jugar a Roland Garros, y me dediqué a aprender a jugar sobre hierba para realizar ese sueño que todo tenista tiene, que es ganar Wimbledon.

¿Con quién se entrenaba entonces?

Con los australianos, con Roy Emerson, Fred Stolle, John Newcombe, Tony Roche, porque los anglosajones eran los reyes de los torneos sobre hierba. En ese tiempo, excepto Roland Garros, los otros tres grandes se jugaban sobre hierba, había que entrenar sobre ella. Los australianos le tenían cogida la medida y a mí me costó un trabajo enorme. Pero finalmente lo conseguí.

¿Es cierto aquello de que comía tortilla de patata que le hacía su mujer en aquel apartamento?

Dadas las circunstancias, me ahorraba todo lo que podía, tomaba los mejores alimentos para afrontar el torneo de Wimbledon, independientemente de que fuera tortilla de patata o no.

Ganar Wimbledon, ¿es un reto?

Siempre. Creo es un reto para todos los tenistas que se tengan como profesionales. Yo había ganado Roland Garros y el Abierto de Estados Unidos, e indudablemente Wimbledon era lo más importante para mi vida tenística, y conseguirlo era un reto que me había propuesto, y por eso sacrifiqué no jugar Roland Garros.

Se dice que ganando Wimbledon, usted perdió dinero, ¿es cierto?

En aquella época, los grandes torneos no pagaban nada, lo único que ocurría es que si jugabas bien durante Roland Garros podías aumentar tu caché para jugar los otros que no tenían la importancia de uno del Grand Slam.

¿Cómo es que usted jugó la final aquel uno julio de 1966, que era viernes, en vez del domingo?

Los ingleses lo tenían totalmente preparado para que se jugase en viernes. No hay que olvidar que ese mismo año que yo gané Wimbledon, Inglaterra ganó el Mundial de fútbol. A buen seguro que los calendarios de la final de Wimbledon y del Mundial, los tuvieron que acoplar.

De la final se recuerda siempre el intento de beso en la mano de la duquesa Marina, ¿cómo se le ocurrió hacerlo?

A mí nadie me dijo que con la familia real británica hay que seguir una series de reglas (de protocolo) y mi intuición fue intentar besar la mano de la duquesa, porque según pensaba, era lo que estaba bien. Luego vi que no era lo adecuado, pero fue una anécdota que a los ingleses les gusta mucho.

Y además jugó la final con una camiseta con el escudo del Real Madrid, ¿por qué lo hizo?

Me la jugué un poco porque solía jugar con la camiseta de Fred Perry, y luego puse el escudo del Real Madrid. En un momento determinado me podrían haber dicho que así no podía jugar y tendría que haberme cambiado de camiseta. Pero afortunadamente, como madridista que soy, no me dijeron nada, y pude jugar con el escudo que es algo imborrable.

¿Cómo fue aquel Wimbledon, fue duro?

Para llegar a la final tuve que vencer a Ken Fletcher un australiano que se había cargado a Newcombe, luego en semifinales gané a Owen Davidson, otro australiano que había ganado a Roy Emerson que era ese año el favorito para ganar por tercera vez en Wimbledon. Una vez que gané esos partidos a cinco sets, me enfrenté a Ralston, que era un buen jugador pero no un campeón. Porque desde mi punto de vista, los campeones tienen que ganar los Grand Slams.

En cierta manera usted siempre ha sido un precursor.

Sí porque quería ganar Wimbledon, y dejé de jugar aquellos dos Roland Garros, que no sé si los podía haber ganado o no. Pero ese reto ya lo había conseguido, había ganado también el US Open, y ganar otro Roland Garros ya no significaba prácticamente nada para mí. Mi obsesión era ganar Wimbledon y cuando gané el último pelotazo, una volea en la red, me quedé totalmente satisfecho de haber conseguido algo tan importante.

¿Ganar ahora Wimbledon es más fácil o más difícil?

Ganarlo ahora es mucho más difícil, porque todos juegan bien sobre hierba y tienen unos saques tremendos. Todos poseen unos restos impecables. No quiero menospreciar a nadie de la época de los sesenta y setenta, pero ahora se juega un tenis increíble. Son mucho más atletas, con una fuerza tremenda, y hay que tener una técnica muy delicada para poder devolver en los intercambios.

¿Se imagina qué hubiera hecho Santana con la preparación física de hoy en día y los nuevos materiales?

Cada etapa es totalmente diferente, pero lo que está claro es que si yo me adapté a jugar sobre hierba con una raqueta determinada, seguro que ahora jugaría a mi manera, con mi manera de afrontar los partidos. Pero desgraciadamente no lo he podido hacer. No obstante, yo ya estoy satisfecho de lo que he logrado.

¿A quién admiraba usted entre sus colegas?

Rod Laver y Roy Emerson eran los dos grandes tenistas que yo admiraba, y sin lugar a dudas fueron los dos mejores jugadores que destacaron en los años sesenta y setenta hasta que aparecieron los Borg, Connors y compañía.

Usted vuelve a Wimbledon pero no se va a encontrar allí con Rafael Nadal.

Desgraciadamente la lesión no le ha perdonado para poder jugar allí. Espero que esté bien para poder participar en los JJ.OO.. Lo que sí es cierto es que Rafa no ha terminado su carrera deportiva. Es un gran tenista y volverá a ganar un Grand Slam o dos, con toda seguridad.

Garbiñe si estará y vuelve para defender su puesto de finalista. ¿Qué espera de ella?

El año pasado ya jugó la final por lo que no es un sitio extraño para ella. Y después de ganar Roland Garros tiene una moral impecable que le va ayudar mucho. Y espero que llegue a la final y que este año la gane.

¿Quiénes son sus favoritos?

A priori, el favorito es Djokovic, sobre todo porque es un campeón como la copa de un pino. No ha jugado ningún torneo desde que ganó Roland Garros pero a buen seguro que se ha preparado mental y físicamente, porque la técnica no la va a cambiar. Él y Murray son los dos grandes favoritos para llegar a la final. Y en chicas, creo que Serena estará de nuevo en la final y espero que nuestra jugadora haga allí lo de París.

¿Dónde guarda el trofeo que ganó allí?

Ese trofeo es una cosa muy especial. Lo más importante desde luego, es haberlo levantado en aquella pista central, que es una maravilla, y todo lo que significa para el tenis. Ganar Wimbledon es una satisfacción tan enorme, que no hay nada que me arrebate el haberlo hecho.

Me robaron una raquetas en un apartamento que tenía en Madrid, pero no el trofeo. Tengo una réplica que es una maravilla y cada vez que voy a Madrid y lo veo me encanta.