Borg-McEnroe: el hielo frente al fuego

Tenis | La intrahistoria

Borg-McEnroe: el hielo frente al fuego

Bjorn Borg (1956, Sodertalje) y John McEnroe (1959, Wiesbaden) hicieron la particular 'revolución pop' del tenis. La que le hizo popular. Los dos protagonizaron la mejor final de la historia: Wimbledon 1980.

Frío intenso y llamaradas. Bjorn Borg y John McEnroe. Un iceberg que arrasaba en todas las superficies sin traslucir emoción y un rebelde empeñado en voltear el orden. Esos dos estilos diferentes cristalizaron en el día más hermoso del tenis: Wimbledon, final de 1980. Ese día se disputó el mejor partido de la historia. Ese que incluyó un desempate que duró 22 minutos en el cuarto set, una manga que se resolvió en 18/16 para el sueco. Un choque tenso, eléctrico, agobiante y hermoso. Borg ganó el partido en cinco sets, pero sería su último título en La Catedral tras haber encadenado cinco. Ese día, el tenis se hizo grande.

Borg (1956, Sodertalje) irrumpió como un rayo ganando con 18 años Roland Garros y se marchó como un relámpago, con sólo 26, seis títulos en París y cinco en Londres. Era un prodigio de concentración. No delataba emociones, quizá porque sus pulsaciones en reposo eran sólo 39, como las de un ciclista, quizá porque sabía que estrellar una raqueta o protestar al juez le podía romper los esquemas. Todo lo contrario a McEnroe (1959, Wiesbaden, Alemania), criado en las canchas de Long Island entre acordes de los Stones y Lou Reed. Un carácter salvaje, siempre al ataque, que se tradujo en un juego de volea que en 1978 le llevó a ganar a Borg en Estocolmo. Era la primera vez que el sueco perdía ante un jugador menor que él (19 años). Había nacido una rivalidad inmensa. Dentro y fuera de las canchas.

McEnroe sabía jugar sus bazas. En Wimbledon 1980 fue multado con 5.000 dólares por sus airadas protestas. "Nueve de cada diez veces que protesto, tengo razón", fue su contestación. E irritó al público british por su desprecio hacia el clima: "Acabaremos jugando la final en el Metro". En 1981 consiguió derrotar a Borg en Wimbledon y aprovechó para pasar factura: "Cuando gané, levanté los puños y comencé a arrodillarme, pero no lo hice. Ese gesto está reservado a Borg". Sin compasión.

El iceberg se retiró muy pronto, para disfrutar de una vida que su gran rival había saboreado más que él. Y se descontroló. Se casó con Mariana Simionescu, se fue a vivir a Montecarlo y ofreció carnaza a la prensa rosa al divorciarse e irse con una modelo de 17 años a la que abandonó por la explosiva cantante italiana Loredana Berté. Mientras, su cuenta disminuía, sus empresas naufragaban y perdía hasta 30 millones de dólares que le hicieron intentar una ridícula vuelta al tenis en 1991.

Su historia post-tenis parecía reservada a McEnroe, pero la protagonizó él. Mientras, 'Big Mac' prosiguió dando lecciones en la cancha (ganó siete grandes) y titulares a los periódicos. Por ejemplo, en Wimbledon 1989 debía ir escoltado por nueve policías: "Está bien jugar contra un público hostil. No quiero darle la satisfacción de verme perder". Después, abrió una galería de arte en el SoHo neoyorquino, rasgueó su guitarra con la Johnny Smyth Band, condujo un talk-show y no dilapidó su fortuna como Borg. Pero el viejo Mac fue consciente de que él no sería tan grande sin Bjorn y cuando se enteró de que éste pensaba subastar sus trofeos de Wimbledon le telefoneó para disuadirle ("no podía dejar que estuviera por ahí lo que tanto le costó ganar y en lo que tanto tuve que ver").

Luego vendrían otros duelos. Pero ninguno como este.