TENIS

Robin Soderling se retira y acaba la "cuenta larga"

El sueco se retira del tenis profesional después de ganar 10 títulos ATP y ser el único jugador capaz de ganar a Nadal en Roland Garros entre 2005 y 2015.

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Robin Soderling se retira y acaba la "cuenta larga"
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A los 31 años, el lapón Robin Söderling se despide definitivamente del ATP Tour, donde su último empleo conocido fue el de director del Open de Estocolmo, en 2014. La mononucleosis que en el verano de 2011 invadió el organismo del tallo de 193 centímetros nacido y criado en la remota Tibro (Suecia) fue el punto de arranque de esta retirada. En realidad, Söderling no había vuelto a competir desde la final de aquel 2011 en Bastad, donde sometió a Ferrer por 6-2 y 6-2, para su décimo y último título ATP... después de arrasar a Berdych en semifinales: 6-1, 6-0. Söderling escaló en 2009 hasta la cuarta plaza mundial y la enfermedad le asaltó cuando aún era quinto.

"No me di cuenta de la seriedad de esto, pero ahora puedo mirar atrás y ver mi carrera como un gran éxito: en algunos momentos me sentía tan mal que no me podía ni levantar de la cama,he creído que podría volver a competir para regresar a la élite, pero me he dado cuenta que no sería capaz de jugar al nivel que yo demando de mí mismo. Por eso decido acabar aquí mi carrera como jugador". Así notificó Söderling su retirada. Nada que ver con otro peculiar antecesor sueco: un tal Bjorn Borg, que también lo dejó bastante a destiempo y entre extraños bandazos.

Pero casi nadie conoce a Robin Söderling por estos pequeños acontecimientos que han rodeado el último tramo de su carrera. El relato de la jornada del seco gigante lapón en el ATP Tour solo se comprende en toda su dimensión cuando se asocia a dos palabras bien conocidas: "Rafa Nadal". Hasta Djokovic en cuartos de final de 2015, en Roland Garros, Söderling había sido el único hombre capaz de alzar el brazo tras victoria ante Nadal en los Internacionales de Francia: fue el 31 de mayo de 2009, en la Philippe Chatrier y en los octavos de final del evento parisino de Grand Slam. Ese mismo año, en la Masters Cup de Londres, el lapón volvió a batir al de Manacor, por segunda y última vez. Entre 2010 y 11, Nadal derrotó con bastante comodidad al "extraño" Söderling (calificativo por cortesía del propio Rafa), en los tres cruces postreros de su 'cara a cara', todos en Grand Slam: la final de Roland Garros en 2010, y los cuartos de París y Wimbledon en 2011. En total, seis triunfos para Nadal en ocho citas.

Pero el otro choque célebre entre Söderling y Nadal fue el de la 'cuenta larga': en 2007 y en los dieciseisavos de Wimbledon. Se extendió durante casi cinco días por dos pistas (la Centre Court y la 1 del All England) y, a causa de la lluvia, el parón del 'Middle Sunday', la oscuridad y otros elementos, duró más de cuatro horas de juego real, También discurrió, literalmente, a caballo de dos meses: ese Nadal-Söderling empezó el 30 de junio de 2007 y concluyó el 4 de julio, bajo el arbitraje del estupefacto estadounidense Steve Ullrich, que acabó bastante asombrado, y eso que Ullrich era duro de asombrar.

A lo largo de esos cinco días, el sueco no dijo ni 'hola' al de Manacor, no pedía disculpas por los puntos que ganaba tras toques en la cinta y, bastante más infame, se dedicó a caricaturizar la completa panoplia de gestos de Nadal con pantalones y raqueta cuando Rafa se pone al resto o entre punto y punto. "Un tipo muy extraño; a decir verdad, quizá el que peor se ha portado conmigo en una pista, no tiene apenas amigos en el vestuario", insistía Nadal tras vencer por 6-4, 6-4, 6-7 (7), 4-6 y 7-5. En el 'tiebreak' del tercer set, un 'Ojo de Halcón' anuló un punto que daba el triunfo a Nadal, una derecha invertida y cruzada. Al momento se desató una gran tormenta sobre Wimbledon.

El partido empezó en la Centre Court (totalmente descubierta y desmochada aquel año), el sábado 30 de junio y acabó en la Pista 1... al miércoles siguiente, 4 de julio, Día Nacional de EE UU. "¿De eso es de lo que se queja, de que no le digo 'hola' o no pido disculpas ni digo 'sorry' cuando la bola me da el punto después de tocar la cinta? Y, ¿qué puedo hacer yo, o cómo voy a decir 'sorry' si cuando pasa un punto como ese es uno de los momentos más felices de mi vida", contragolpeaba Söderling. "Contra Nadal sí es que difícil e incómodo jugar: todos los jugadores van más rápido que él y no cesa de hablar y de interrumpir el juego", se quejó Robin. Sencillamente, se trata de dos tipos totalmente antitéticos, nacidos para caerse mal.

El lapón era un atleta formidable y un tenista tremendo: empujaba a la gente contra la valla una y otra vez a base de servicios más allá de 200 km/h y garrotazos planos como descargas de trueno, a babor y estribor. Antes que irrumpieran Djokovic y Del Potro en todo sus esplendores (efímero, el del argentino), el diseño de Söderling era el dibujo del prototipo de tenista que podía poner las peras al cuarto a un Nadal que en años como 2008 y 2010 emergía con aroma y blindaje como de invencibilidad. Más allá de la pista, en lo personal, Robin Söderling ni daba cuartel... ni lo pedía. Quizá su gran rareza consistiera justamente en ese aire estoico de fiera solitaria. Impasible, no quería delatar una sola grieta en su armadura. Antes de la final que le enfrentó a Nadal en 2010 en París, Söderling era el único espectador en un desierto comedor de jugadores de la segunda semifinal, que enfrentaba a Nadal con Melzer... y que el austriaco complicó bastante a Rafa en el tercer set. En la Rueda de Prensa previa a la final, alguien le preguntó por cómo había visto a Nadal ante Melzer, ya que tanta atención había puesto. "No, no, yo no he visto ese partido, no tengo por qué prestar atención a Nadal", fue la respuesta de Robin Bo Söderling. Continuaba la cuenta larga de Wimbledon. Y ahora sí que ha concluido aquel partido que empezó aquel 2007.