"Roger sabe que algún día Nadal ganará Wimbledon"

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"Roger sabe que algún día Nadal ganará Wimbledon"

"Roger sabe que algún día Nadal ganará Wimbledon"

AS, en el Old Boys club de Basilea, donde creció Federer

Basilea vive aturdida por el tramo final de la Eurocopa, pero estos días previos a Wimbledon reparte sus pasiones con otro deporte, el que practica su ciudadano más universal, Roger Federer. Así que entramos en el Old Boys Tennis club de Basilea y lo primero que nos sorprende es el paisaje. Contamos: una, dos, tres... hasta 10 pistas. ¡De tierra batida! Preguntamos a una camarera del ambigú: "¿Dónde están las pistas duras?" Y nos responde casi ofendida: "It's all clay (Son todas arcilla). Y desde hace ya 80 años".

Aquí aprendió a jugar Federer, sobre la superficie de su sueño no cumplido, Roland Garros. Llegó con ocho años y se marchó con 13, cuando las autoridades deportivas intuyeron al superclase que hoy domina el tenis mundial y lo mandaron al centro de alto rendimiento de Bienne, ya sobre una pista rápida. Es la historia de Madeleine Barlocher, secretaria y decana del club, y primera profesora de Federer: "A Roger me lo trajo su hermano con ocho años. Dijo: 'Aquí lo tienes, le da bien a la raqueta'. A mis años creo que sé de tenis, pero a un genio así no se lo espera nadie".

"Porque Roger es el mejor jugador de la historia, sin duda", apostilla Madeleine perdiendo por un segundo su serena sonrisa mientras nos acompaña al bar, una pequeña sala de trofeos repleta de fotos del número uno: "Ahí lo tienes, con el US Open, el de Australia y el de Wimbledon". ¿Y Roland Garros, dónde está?. "Podría usted hablar con Nadal para arreglar eso", bromea.

Aparecen Nadal y la principal cuestión. ¿Piensa la gente de Federer que puede llegar el fin de su reinado en Wimbledon? Mihail Zivkovic, un serbio que hace 18 años se mudó a Basilea para ser el jardinero del club, cabecea dudando: "La distancia entre uno y otro es más pequeña que nunca, incluso sobre hierba. Pero yo confío en Roger, porque le aprecio desde pequeño".

Madeleine lo tiene aún menos claro: "Es el año, claro. Roger ha estado enfermo, y Nadal parece mejor que nunca. Sabemos que Federer no puede vencer siempre, él también lo sabe. Y Rafa merece también el número uno, se lo ha ganado porque es un guerrero".

Madeleine nos despide y nos marchamos a Munchenstein, el lugar donde nació Federer, un suburbio de Basilea por el que sólo pasa el tren. La casa de Roger ha sido reconstruida y no hay un alma en la calle. Nos saluda Dominique, que dice haber sido vecino del genio. Y que pone la mano en el fuego por él: "La bandera de Suiza que coloqué no es por el fútbol, es por Roger. Va a ganar otro Wimbledon". Y vuelve a dejar la calle vacía, mientras Federer suspira a 3.000 kilómetros, en algún hotel de Londres...

Madeleine jugó en el All England

Madeleine pertenece al club desde hace más de 60 años: "Aunque sobre tierra batida, en Basilea, apenas se puede jugar durante siete meses al año, porque llueve o hace frío y nieve. Eso sí, es una superficie para personas maduras, porque la aguantan mejor los huesos". La primera profesora de Federer nos revela que la arcilla no es la superficie sobre la que ella ha tenido más éxito: "Hace 55 años jugué Wimbledon. Me eliminaron pronto, pero me encanta contárselo a todo el mundo". Seguro que Federer ha salido a ella.

Una pista con sus lágrimas

Hace cinco años, el Old Boys Tennis club bautizó una de sus pistas con el nombre del número 1. "Roger Federer pista central", se puede leer en el cartel que la preside (abajo, en la imagen, Madeleine nos lo presenta). La historia del lugar es ciertamente poética porque no fue allí donde Federer ganó su primer torneo, sino donde lo dejó marchar. Su profesora: "Aquí perdió Roger su primera final, a los nueve años. Se sentó y estuvo media hora llorando. Aquello le enseñó mucho". Fueron las primeras lágrimas de un héroe elegante, hasta en los homenajes.